¿Proyecto personal vs. Proyecto matrimonial? El Proyecto personal es el Proyecto Matrimonial.
Autora: María Cornu Labat.
“No sé cómo hacés, cómo te bancás esto.” Una frase que dejó a Julia pensando, porque pensaba mucho. Para capitalizar todo lo que pasaba, hasta el aire que respiraba, ella pensaba todo. Esos años eran para eso, la vida misma se trataba de eso. De aprovechar cada mirada, cada frase, cada gesto, cada mensaje. Entonces, esa frase, no era una más dicha al pasar. En los ojos de Norita había bronca. En la voz de Norita había angustia contenida, había pena, había arrepentimiento. En su gesto, en su manera de acomodar su cuerpo, de apretar las manos, casi había un ansia contenida de tomar a Julia por los hombros y sacudirla. Sí, eso sintió Julia también. Qué ganas tenía Norita de hacerla reaccionar… o de hacerla parte de su frustración, en realidad, de sacarla de su incomprensible conformismo.
“¿Cómo hago qué, Norita?, ¿qué cosa me tengo que bancar?” Y, ahí, el color también subió. Y si el tensiómetro hubiera estado a mano, atestiguaría que la presión había hecho lo propio.
“¡Todo esto, Julia, todo esto! ¿Cómo podés tener calma? Estar todo el día atrás de dos chicos, sin ayuda, sin familia, sin marido… Él todo el día en su tema, estudiando, avanzando, desarrollándose… Y vos, nada. Acá, atrás de la casa, limpiando mocos, cocinando, cambiando pañales… atrofiándote cada vez más… Yo ya le dije a Ramón, te aviso, y se lo repito todo el tiempo: ahora le toca a él, pero después me toca a mí. Ésta se la cobro.”
Mientras decía todo esto, sutilmente se tocaba la panza incipiente de su primer embarazo. Y Julia la miraba con un poco de pena, con una necesidad de transmitir tantas cosas. Era difícil, por dónde empezaba…
“Es que, Norita, esto no es un proyecto de Marcos. No está haciendo nada solo. Este proyecto es de los dos, es del matrimonio, es de la familia. A él le toca una parte, a mí me toca otra. Pero es de a dos. Y si no lo ven así, van a pasarla mal.”
Julia no había hecho un curso especial sobre proyectos familiares, matrimoniales y personales, no hablaba desde la experiencia profesional, nadie la había tratado de convencer de esto.
Marcos y ella habían tomado la decisión de casarse y tener hijos. Un año antes de casarse, sabían que en algún momento iban a irse a algún lugar del mundo para que Marcos se siguiera capacitando profesionalmente, como un paso más en su carrera. Los dos lo habían charlado. A los dos los había entusiasmado la idea. Pasó el tiempo, y ya con dos bebes, partieron a una ciudad de Estados Unidos. Las circunstancias particulares, ayudaron a los dos a tomar la decisión de que durante un tiempo Julia, que era profesional también, se dedicaría a los chicos y a la casa, mientras Marcos estudiaba full time. Vivirían de unas cuantas becas.
Sí. La decisión había sido tomada por los dos, e implicaba un gran esfuerzo de ambos. También había que renovar esa decisión. Julia muchas veces, en medio del cansancio físico e incluso desde el aburrimiento, recurría a ese SÍ con mayúscula que un día había dado. Y a ese SÍ con mayúscula que ese mismo día había recibido. Y también se cuestionaba, claro que sí. Y discutía con Marcos, y lo interpelaba y le pedía de alguna manera, que renovara ese SÍ, que la ayudara a recordar que estaban juntos en esto. Y, sí, había algo que tenía claro siempre. Cada proyecto era de los dos, era del matrimonio. Ella lo hacía por Marcos, y Marcos lo hacía por ella. El matrimonio se trata de eso. De un continuo dar y recibir. ¿Cómo explicarle a Norita? Le daba pena verla tan frustrada, tan irritada.
Si tan sólo pudiera transmitirle que no se trata de una revancha “hoy le toca a él, mañana me toca a mí…”.
Pero no lo entendió.
¿Resignación?
Norita se pasó los años que le tocaron estar allí resignada, sólo pensando cuándo se terminaba ese período. Tuvo dos hijos durante ese paréntesis en su vida; el que estaba en camino cuando llegaba, y otro más. “Es el momento. Ya que estoy acá sin hacer nada, aprovecho, y después me toca a mí”, solía repetirle a Julia. Pero, siempre que se encontraban las dos, había una barrera. Norita la miraba con la pena que le daba el convencimiento de que Julia era una sometida, que se dejaba de lado. Julia veía en ella mucha bronca, frustración y soledad. Y no lograba transmitirle lo que era en realidad el matrimonio, de lo que se trataba el camino escogido, de lo que implicaba amar sin retacear, sin condiciones, sin miramientos, sin peros ni “hasta cuándos”.
Era una vocación. Porque el ser humano está hecho para amar, para darse a los demás, no hay más forma de realización que la entrega, que el amor. ¿De qué manera elegimos realizarlo? Julia y Marcos habían elegido el matrimonio. La entrega al cónyuge y a los hijos. Ellos dos, como tantos otros que eligen el matrimonio como camino de vida, a través de cada proyecto pequeño, grande, de cada acto, de cada día, sabían, a veces más conscientemente que otras, que se estaban entregando por entero al otro. Y ese convencimiento era el que le daba sentido a todo. Se podían caer, se podían pelear, podían necesitar renovar ese pacto, pero siempre estaba la entrega de cada uno al otro. Ese SÍ que habían dado entero. La necesidad de realizarse haciendo feliz al otro. Entonces sabían que no le tocaba en el presente a uno y en el futuro al otro. El tiempo entero era de a dos. El pasado, el presente, el futuro era más llevadero porque se empujaba, o se tiraba o se cargaba de a dos.
No era fácil. Algunas veces no era ni un poquito fácil. El camino presentaba obstáculos, montañas y ríos que atravesar. Y eso es la vida. Y muchas veces es necesario renovar ese convencimiento del principio con la conciencia de que no es fácil. Hacer que las mismas dificultades y obstáculos sean lo que revitalicen la convicción de que el proyecto es siempre de los dos.
Éxitos que no se miden.
Norita y Ramón no lo podían ver así. Les costaba mucho. Y un día, Marcos y Julia se enteraron de que efectivamente Norita había decidido que le tocaba a ella. Y, así, de manera transaccional, cada uno siguió con su proyecto personal, porque nunca había habido un Proyecto Matrimonial. Todo a nuestro alrededor nos empuja a dirigirnos al éxito. A triunfar. El éxito, el triunfo se miden. Se miden con números. Se miden con dinero. Se miden con cantidad de reconocimientos profesionales. Se miden con logros que los demás puedan medir. Si no, no existen. No hay logros, no hay éxitos.
El Proyecto Matrimonial no tiene marketing. Y el éxito se mide en cantidad de amor entregado (que no se mide), en Paz interior, en la felicidad que da hacer feliz al otro. Elegir ese camino, hacer que el proyecto personal sea el matrimonial y que el proyecto matrimonial sea el personal, le da sentido a todos los pequeños proyectos. Otorga la tranquilidad y el sosiego que la propuesta marketinera de la sociedad moderna no propone, no soluciona. Porque nunca hay a dónde llegar, el camino no es un camino, es un laberinto sin salida.
El Proyecto Matrimonial nos lleva a dirigir nuestro andar hacia los brazos acogedores del ser amado… y nuestros brazos se convierten en el destino del otro… para que el final del camino sea siempre el sosiego de los dos.