Cuando ya»no damos más» o, más bien, que «no da para más», empezamos a fantasear con la idea de separarnos, antes impensada. Llegamos a la conclusión de que no hay otra salida, de que la separación sería una «liberación». Una «solución» que nunca hubiéramos pensado que sería tal.
La separación no es una solución. Es, más bien, un «recurso», un cierre, una terminación de algo, de algo a lo que justamente no le encontramos solución.
Cuando, tarde o temprano, en la relación de pareja irrumpe el desencuentro, muchas veces se llega a la separación por no haber encarado el camino de búsqueda de soluciones superadoras, de cuidado de la relación, de la prevención del desencuentro.
Estamos en una cultura del descarte, de tirar lo que ya no nos satisface. A la cultura del descarte se le suma el mandato social de “tenés que pensar en vos, tenés que ser feliz». Pensar en uno y en la propia felicidad de esta manera, implica dejar de focalizarse en la felicidad de los demás.
Proponerse prevenir el conflicto, enfrentarlo, eventualmente, implica primero, honrar el compromiso mutuo de hacerse feliz el uno al otro. Es de nuevo, responder a esta invitación a salir de uno mismo para darse.
Cada uno eligió al otro para amarlo para toda la vida. Se comprometió a decir que sí. Ese sí es un compromiso de pelear por la unión, de buscar soluciones, atesorar recursos y herramientas para superar las dificultades que se presentan.
Los invito a que juntos, ustedes y yo, busquemos herramientas adecuadas, exploremos en nuestro interior, honremos el compromiso de ser felices, hacer feliz al otro, el compromiso de ser nosotros.